Religiones

El día que compramos los billetes para ir a vivir a la cuna de la religión musulmana me planteé que quizás debería darle algún tipo de enseñanza religiosa a los niños. El detalle de que al pasar el cepillo, en vez de dejar dinero, decidieran coger un puñado para su hucha, me hizo ver que sus nociones sobre el tema eran bastante escasas. Al enseñar lo que culturalmente es nuestro (por mucho que se empeñen algunos), evitaría que en el futuro otra gente, con otras creencias, quisieran enseñarles cosas para nosotros desconocidas.

Realmente en España tenemos libertad religiosa. Allí tienen 5 rezos a diario, todo gira alrededor de la religión. No llama la atención que la tengan tan presente: es como si en España cantaran el Angelus, después el Rosario y una Santa Misa por megafonía a diario… al final (si hablas el idioma) repetirías las oraciones sin poder evitarlo.  Claro que, si no entiendes absolutamente nada, tanto rezo suena solo a cántico “halai lalai lalaila” entrecruzado entre mezquitas para que se oiga en todos los rincones del reino.

Los niños han terminado yendo a catequesis en una parroquia que está empezando. Hasta la fecha vamos a un prefabricado donde han puesto un altar y las instalaciones necesarias para ir tirando. Estando allí se te olvida el tipo de construcción: te dan todo lo que tienen y lo que no tienen, se lo inventan. Es/será una iglesia preciosa con un Párroco fantástico. El ambiente es realmente entrañable y divertido. Han hecho un pacto con las nubes para que no llueva cuando necesitan la zona del parque, por ejemplo, para celebrar su inauguración. Por cierto, ese día la cara de felicidad del Párroco fue tal que te daban ganas de cogerle los mofletes y achucharlo. Un niño con zapatos nuevos (bueno, con una Nintendo) no sería más dichoso. Evidentemente controlé las ganas de hacerlo porque se habría asustado. Pero mereció la pena ir sólo por ver esos ojos de pura alegría.

Aunque no podía ser todo tan perfecto…

Recomendaron que las madres fuéramos también a Catequesis. Un fastidio, claro. Por lo menos la hora de espera se haría más corta. Lo peor de todo es que hacen preguntas, te hacen pensar en lo que crees y en lo que no. Hasta sugirieron que ¡diéramos ejemplo!, ¡¡Con una confesión, ni más ni menos!!. ¡¡¡Si soy peor que el Capitán Garfio!!! Como piense en mis pecados me sale alguno Capital seguro. Ha podido pasar una década desde la última vez que traté el tema. El primer pensamiento fue: “de esto yo me borro, mañana se lo digo a todos, que me borro”.

Como me confirmé a los 7 años, me escaqueé de tener que explicar, por escrito, a nadie por qué quería pertenecer a la Iglesia. Y ahora, con mis hijos, ¿tenía que pensarlo? ¡Anda que no iban listos!. Bastante tenía con hablar del Espíritu Santo, saltar el Antiguo Testamento, que con lo temeroso que definen a Dios te entra el pánico en el cuerpo, y pasar a leer el Nuevo Testamento, más suave y con una idea de un Dios más cercano.

Pero no soy yo la que se tiene que “examinar” públicamente, sino mis hijos.

Por ellos me ha tocado pensar en todo lo que no quería. Por un lado entiendo que durante siglos se haya intentado enseñar la Religión como premio/castigo: por la ignorancia de la gente. Pero esa forma de enseñar no va conmigo (intento evitarla con mis hijos aunque se me da regulin…el chantaje es un arma excelente).

Quizás te puede perdonar “EL DE ARRIBA”. El problema es que, ante algunas acciones, quien no se perdona es uno mismo. Y tampoco te arrepientes porque es parte de tu crecimiento como persona. Tener que poner el dedo en la llaga para asegurarte de las cosas. Pero el dolor que te queda, que puede ser el que te haga crecer, no te lo quita nadie… Ser más sensible al dolor que a las prohibiciones. Quizás si se explicara así desde el principio y no utilizando la política del miedo… 

Si quieres estar, deberás seguir unas normas. Pero, si te las sabes y las saltas a conciencia, ¿qué pasa?.

Tengo claro que no quiero que mis hijos hereden mis miedos. Quiero que ellos conozcan y elijan su camino.

Ahora empiezo a entender el por qué de la Religión. Necesitamos creer en algo más grande para dar sentido a ciertas cosas. Las normas lo único que intentan es evitarnos el sufrimiento a la par llenarnos de alegría. Pero tienes que ser muy valiente, pausado, generoso y tener autocontrol para que se tuerza menos el renglón.

No podemos nacer aprendidos porque entonces no podríamos celebrar nuestros logros.

Pese a todo, este dulce yo no sé cómo comérmelo. 

Fdo: Katoh