viernes, 18 de enero de 2013

Te echamos de menos


Un día, cuando regresaba de la playa, vi a lo lejos a un señor que llevaba unas pintas que me quise cruzar de acera: mochila a la espalda, sombrilla en una mano, camiseta a rayas con bañador a juego, un gorro blanco, escarpines y toda la cara embadurnada en protección 80 como mínimo. Al cruzarse nuestros caminos, me saludó amablemente: era nuestro Abuelo. Cuando bajó a la playa se puso a hacer gimnasia a la vista de todos, para mi bochorno. En esa época (hace más de 20 años) parecía un tanto excéntrico, pero la realidad es que siempre fue muy por delante de todos los demás.

Era un señor con mucho genio, muy autoritario y mandón. Pero luego era un pedazo de pan y un gamberro como no había otro. Como otros Abuelos, se hacía el sordo para enterarse de todo.

Con él me cogí mi primera borrachera. En las comidas nos dejaba tomar vino. Espero que lo hiciera para que nos emborracháramos “de una forma controlada” y supiéramos lo que era una resaca con el fin de aprender a beber.

Le encantaba que escondiéramos los regalos de Navidad debajo de su cama, de la cual presumía porque era ¡la bomba!. Tenía más botones que una nave espacial. Casi diría que se hacía sola. Esa cama que estaba en frente de la televisión de 50” que se compró un día, junto con una antena parabólica, canal + y los mejores auriculares del momento. Todo habría sido muy útil si no tenemos en cuenta que vivía solo y lo único que veía era el telediario. Pero era TAN presumido, que la utilidad era lo de menos.

Acompañarle de paseo al parque era de lo más curioso. Como el sol al amanecer, era llegar él y salir señoras de unos 90 años emperifolladas hasta la médula. Habría dado lo que fuera por ver que hacía cuando nosotros no mirábamos.  Está claro que tanto éxito entre las féminas debía de tener un fundamento sólido. De hecho, el 6 de enero que se rompió un brazo fue por proteger un frasco de perfume que llevaba a “una amiga”. Era muy coqueto. ¡Coqueteaba hasta con sus nietas!. Decía que nuestros novios tenían que "tomar muchas lentejas" y que si hubiera querido conquistarnos, no habrían sido rivales para él. Me escandalizaba cuando hacía esos comentarios, pero era todo un piropo por su parte.

La mejor jugarreta que le hizo a sus hijos, junto con unos cuantos cómplices, fue el día en el que acordamos todos decir que había aparecido a la cena de nietos con su novia. Cogimos prestado el nombre al vino que sirvieron en la cena, pero más de uno de sus hijos le puso cara a la susodicha y se escandalizó ante la idea de tener madrastra (que bien se la habrían merecido, pero como la de Blancanieves).

¿Y hoy por qué es especial? Porque es su cumpleaños (como Ruben Darío, vaya casualidad).

Cada día creo más en los fantasmas porque es la única forma en la que puedo sentarse con él a soplar sus velas de cumpleaños, a buscar un restaurante nuevo donde ir a comer (pero, por favor, que no sea un chino que esa comida no le gusta), a bajar con él a hacer gimnasia en cualquier sitio o espiarlo mientras habla con sus pretendientas (las cuales no tenían ninguna opción: su corazón era de nuestra Abuela, pese a que ella le esperó en el cielo durante muchos años).

Un beso Abuelo, y ¡Feliz Cumpleaños!

Katoh

2 comentarios:

  1. Me ha encantado este post!!! Mi abuelo era igual! Debía ser algo generacional...Decía que tenía los pies más perfectos y bonitos del mundo y siempre estuvo loco por mi abuela, aunque era un coqueto. él, al contrario que el tuyo, murió mucho antes que mi abuela. Era marino, mallorquín y le encantaba el mar. Mi abuela murió súbitamente hace 2 años, y la mañana del día que murió (encontrándose fenomenal), nos contó que había soñado que el "avi" se bañaba con ella en el mar...para mí que la vino a buscar!
    Enhorabuena por tu blog!

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  2. Gracias Cris!
    Tu blog tambien es muy divertido. ¡Como mola tener un blog!!

    Katoh

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