viernes, 1 de febrero de 2013

Nuestra familia es "NUESTRO TESORO" (con voz de Gollum)


Empezaré dedicando el post a mi marido e hijos, a nuestra Madre, a mis 8 hermanos, cuñados, sobrinos, etc, etc, etc... y en general, a todos los que pese a no llevar nuestra sangre, tenemos la inmensa suerte de que también son nuestra familia.

Cuando éramos pequeños y vivíamos en casa de nuestros padres, las hermanas teníamos la manía de encerrarnos todas en un baño para poder hablar de nuestras cosas (y somos 6… bueno, Mekare, la peque, se quedaba fuera algunas veces porque eran conversaciones de mayores). En realidad desarrollamos la capacidad de tener 6 conversaciones paralelas y seguirlas todas. Cuando tratábamos con gente que no pertenecía “al grupo”, al principio se perdían con tanto cambio de conversación. A lo largo de los años hemos sido unas buenísimas entrenadoras de técnicas de "multitarea" (o coachers, que suena más “in”).

También teníamos momentos en los que lo único que queríamos era nuestra soledad e independencia, por supuesto. El baño era “punto de encuentro” pero también era “zona de guerra”. Tenía la suerte de que estuviera dentro de mi dormitorio y de que tanto a Támesis como a Avatar les encantara ducharse y secarse el pelo 1 hora antes de que me tuviera que despertar. Como se puede entender, cuando sonaba la alarma, ya llevaba un rato renegando en Arameo (idioma que pude practicar innumerables veces en esa época) porque habían encendido la luz 5 veces, usado el secador de pelo... en fín…(Daniel, este "en fin" es tuyo).

Otra zona conflictiva era la televisión.  Suerte que en esa época solo hubiera dos canales. Nos hicieron la faena con el video y con las cadenas privadas.  Empezamos a pasar varias horas al mes cambiando de canal sin ver nada por tanta oferta.  Además, y gracias a nuestro hermano el fotógrafo, hemos tenido el privilegio de ver “12 pares de botas”, “El halcón y la flecha” y alguna otra película unas 1000 veces en tiempo record hasta que se fue de campamento y desaparecieron misteriosamente. Llegamos a la conclusión de que se ponía la alarma los fines de semana para adueñarse del mando y empezar el bucle de películas.

La despensa y la nevera: éramos capaces de comer 4 petits y 3 donuts con coca-cola de una sentada porque si venía otr@ herman@ sin corazón nos dejaría sin catarlos, así que “pa eso” ya nos lo íbamos comiendo. Si tenías alguna cosa especial para una excursión, debías esconderla, poner un cartel gigante o similar para que pudieras llevártelo al evento. Cuando se casó Támesis, una de mis mayores ilusiones era ir a su casa, dejar una copa de chocolate en la nevera y que sobreviviera ¡más de 3 días!

Esto es “vivir en comunidad”.

Al ir saliendo de casa conseguimos ser LIBRES de toda atadura, normas, enemigos. Los mandos, el helado, el sofá, el baño eran “NUESTRO TESORO” (bueno, y de la nueva incorporación a “la familia”, pero como había corazoncitos por todos los rincones de la casa, con ese nuevo individuo se podía compartir casi todo).

Con el tiempo, empezaron a surgir de nuevo “enemigos” en casa. Noches en vela, infinidad de lavadoras que nunca se secan, fin de ir al cine/cenar/depilarse porque ese ser tan pequeño, en cuestión de 9 meses, se había convertido en el dueño de nuestro hogar.

Llegados a este punto, vuelves a recordar a esa maravillosa comunidad en la que siempre había misteriosamente comida en la nevera, si necesitabas que te recogieran (a veces) tenías voluntarios, si te ponías enferma, tu única preocupación era recuperarte mientras leías un libro, cuidaban de tu perro cuando te ibas de viaje, los zapatos se limpiaban solos, la ropa era mágica ¡que tiempos!.

Entonces te planteas que sería maravilloso llevar a cabo esa idea que nuestra madre siempre tuvo en mente: comprar todos la casa en la misma urbanización. Porque así, si necesitas a alguien que te cuide al niño, no tienes estrés porque los “voluntarios” viven cerca; si quieres una pecera y tu madre no te deja, pues ya la pones en casa de tu tía; si quieres hacer una fiesta, todo el mundo la organiza aportando lo que sabe hacer: poner flores maravillosas, hacer fotos, cocinar toneladas de corzo con patatas, hacer las mejores tartas del universo o llamar a 200 amigos (Mekare, Isleña y Alborozo son unas hachas en esto).

No intento llegar al nivel de los pakistaníes, que todos viven en la misma casa. Pero si algún día tuviéramos la posibilidad de volver a ser por lo menos vecinos, siempre y cuando el primer año no nos sacamos los ojos, quizás podríamos hacer más familia. Hasta habría amigos a los que dejaríamos sobrevivir en la misma urbanización de lo bien que nos caen a tod@s.

Así nuestra madre podría volver a oir esa frase del mercado: “Con todo lo que compra debe dirigir una residencia de estudiantes, ¿verdad señora?”

Fdo: Katoh

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