Que me pusieran el portacat suponía para mi un momento difícil. A Angela se lo han quitado hace unos meses, y lo habíamos celebrado como el fin de una mala etapa.
Pues vuelta a empezar. Pero yo ahora estoy en una cuna en las estrellas y cuidada por diosas (según mi hermana María), y todo fue muy diferente a la primera vez que me enfrenté a ese dichoso artefacto.
Un port a cath es un invento de titanio que te ponen debajo de la piel para facilitar el tratamiento.
Para que os hagais una idea os dejo la foto del que llevó Angela.
En principio, no tenía fecha asignada para que me lo pusieran, y el lunes, cuando volví de hacerme una analítica, me llama una de esas personas que, tan amablemente, llevan mi agenda, y me dice que si no me importa ir a las 14 h que tienen un hueco para ponérmelo.
Empecé a temblar, balbuceé y le dije que si no podía ser el jueves que me operaban del ganglio centinela. Esther, muy amable, me dijo que como yo quisiera, pero que quizá iba a ser demasiado para mi las dos cosas en un día. Reaccioné, y recordé lo de la paciente VIP. ¿No querías agenda y secretaria?, pues a cumplir la agenda. En décimas de segundo contesté que fenomenal, y pregunté qué tenía que hacer. Me esperaban en el despacho de neuroradiología a las 2.
Fue alucinante cómo bajo mi ansiedad, me tranquilicé, me duché y salí muy dispuesta.
Llegamos a las 13:45 con tranquilidad y, por casualidad, entramos por la puerta "noble". Por esa entrada hay una serie de pasillos con un espectacular suelo de mármol, con altísimas puertas de caoba que dan acceso al aula Magna, al aula Severo Ochoa... hasta que llegas a un gran hall, con una escalera espectacular y con una gran cristalera. Lo último que piensas al ver todo aquello es que estas entrando en un hospital.
Me recibe Esther, me pide que firme el consentimiento, que están preparando la sala y que enseguida me avisa. Me quedo charlando animadamente con mi madre hasta que vino a buscarme Esther.
Al entrar en la sala tuve que hacer un ejercicio muy rápido de concentración que funcionó a las mil maravillas. Aquella camilla era para un tratamiento de belleza, y tal cual se lo dije a Esther que, sin ningún problema, se convirtió en mi cómplice.
Me puso un gorro y me cubrió con una elegante sábana para empezar el tratamiento. Yo no sabía muy bien dónde poner los brazos y vino Santos y colocó unos anexos a la camilla muy cómodos. Todo en marcha y empezamos con una limpieza de la zona. Esther me dijo que era betadine y que iba a estar un poco frío, pero yo le expliqué que era agua de rosas y que preparaba la piel... lo hizo genial, ya les gustaría a algunos salones de belleza tener la maestría y las manos de Esther.
Mientras colocaban una especie de tienda de campaña verde delante de mi cara, cerré los ojos y empecé a bromear con Santos y su nombre, sobre si estaba beatificado o santificado, me dijo que santificado como su abuelo y su padre. Comenté que el Papa Francisco, que me parece un crack, está poniendo muy de moda a los Santos... Entonces oigo una voz que me dice "¿perdona?"... Abro los ojos y aparece ante mi la imagen de uno de los hombre de Harrelson con un chaleco antibalas muy chic (tela escocesa roja y verde) que llevaba bordado su nombre: Dtor Cabrera.
Me explicó que él era el que me iba a poner el portacat. Yo le pregunté que si era cirujano y me dijo que era "radiólogo intervencionista"... Era la primera vez que escuchaba ese nombre, y por supuesto le pregunté que eso qué era. Mientras me lo iba explicando fue poniendo la anestesia... como si te pusieran botox (pensé yo, aunque nunca jamás he tenido ningún tratamiento de este tipo). En un momento determinado me dijo que iba a poner un poco mas de anestesia por otra zona, y que iba a notar unos pinchacitos. Yo le dije "pincha, pincha, que a mi me encanta la anestesia".
Entonces me preguntó que yo de donde era con ese acento... le dije que de Jaén. Me explicó que él era de Extremadura y que por eso había notado lo del acento, era parecido. Seguimos hablando sobre el fantástico jamón de su tierra, sobre e maravillosol aceite de la mía... y así entre temas gastronómicos, todavía no se cómo, llegamos a que me contara que la carrera la había estudiado en Badajoz, que luego preparó el MIR en Oviedo y que luego se vino a trabajar a Madrid. Vamos, su curriculum completo, lo cual tuvo un gran efecto relajante para mi... me dije "este sabe mucho, lo va a hacer muy bien, aunque tu no veas nada"
Seguimos tranquilamente con la operación y con la conversación, que empezó a ser muy interesante. Me contó que hace poco ha estado en un congreso en Oviedo presentando una ponencia sobre su trabajo, algo así como "embolización de vasos sanguíneos en el digestivo" (me vais a perdonar que no me quedara con el título exacto pero es que estaba muy medicá). Le dije que me explicara de qué iba y me contestó que eran muchos términos técnicos y que no lo iba a entender. Sin cortarme un pelo y arriesgando mi físico (sus manos estaban en mi cuello y además estaba armado), le provoqué diciéndole : "ese es el gran problema que tenéis los médicos, hacéis grandes trabajos pero os vendéis fatal... venga, un poquito de marketing, traduce que seguro que lo entiendo"
Tuve suerte, y en vez de darme un tajo para que me callara, me lo contó. Me pareció genial. Os explico lo que yo entendí: gracias a combinar las técnicas de rayos X con la cirugía y laparoscopia, cuando hay una hemorragia en el digestivo pueden intervenirla de una forma menos agresiva y mas eficaz. Yo siempre había oído que si alguien tenía una hemorragia de digestivo se le operaba a vida o muerte, era muy complicado. También utilizan esta técnica cuando la arteria uterina no involuciona bien después de un parto y hay una hemorragia. Vamos, que embolizar es tapar los vasos sanguíneos para evitar hemorragias y que lo hacen mirando por rayos X.(de ahí su disfraz de S.W.A.T.) ¡Que bueno!! ¿verdad?.
En ese ambiente tan agradable empezó a coser. Le dije que me dejara una firma bonita. Me contesto que ni hablar, que a mi no me iba a quedar ninguna marca de esto. Tengo que pasar los próximos tres meses con la cicatriz tapada, luego un año con protección total, y luego "vas a venir a que te lo quite", y repetimos el proceso. Nunca me he hecho ninguna operación de estética, pues ahora tengo un tratamiento de dos años que me va a quedar niquelao... ni una marca, ni un recuerdo de esto. Pues no está mal, largo pero efectivo.
Retiran todas las sábanas y me invita a que mire la cicatriz. Efectivamente, ni las mejores monjas de clausura hubieran hecho un trabajo mas limpio y elegante. Le dí las gracias y le comenté que seguro que sacaba sobresaliente en punto de cruz en el cole. Me explicó que esta maravilla se la había enseñado un médico de cirugía estética, que usaba un hilo y una aguja diferentes y una técnica especial. Describió el procedimiento ante la atenta mirada de las enfermeras, que no perdían detalle. Me encantó, porque me pareció un profesional que disfruta de su trabajo y que trata de mejorar hasta los detalles más pequeños.
Nos despedimos, y una enfermera me explicó que ahora no podía hacer esfuerzo con el brazo, me aclaró las tareas que no podía hacer: la compra, limpiar cristales, hacer camas, coger ollas pesadas en la cocina, planchar... Yo no me lo podía creer, que chollazo. Me dijo que esto era solo durante un plazo de tiempo (que no pienso confesar), y le pregunté si no le parecía conveniente que lo alargara un poco mas, por seguridad. Lo pensó un momento y me dió la razón, quizá se había quedado corta... Lo podía alargar lo que yo quisiera... Genial!!!
Y salí tan contenta, con mas parches que una piscina infantil al final del verano, pero con unas vacaciones aseguradas.
Muchas gracias a todos de nuevo. Otra prueba superada.
Ana
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