Hay una parte de mi cuerpo que está funcionado desacompasada, mas rápida. Es como si necesitara parar para no darle ventaja, para evitar que siga creciendo.
Entiendo que solo así voy a conseguir superar este momento.
Pero la vida a mi alrededor sigue, no se ha parado. Mi familia y mis amigos siguen con sus vidas, con este desenfrenado ritmo que impone la sociedad. Y yo mientras tanto parada, esperando, reservando fuerzas para enfrentar mi propia batalla.
Este estado me hace sentirme aislada, lejana. Quizá esta sea la soledad de la que tantas veces he escuchado hablar.
He intentado, como habrán hecho muchas personas en mi situación, tratar de que las personas que me rodean bajen su ritmo como yo quiero y cuando yo necesito, y no ha funcionado, he creado tensión, broncas y culpabilidad. Tengo que esperar a encontrar el momento propicio de los que me quieren... Iré volando de flor en flor...
Aunque me acompañen, la batalla es solo mía. Yo tengo que escuchar a mi cuerpo. No importa lo que ocurra en mi entorno. Ahora hay mucha menos fuerzas, mucha menos energía hacia el exterior, porque todo está enfocado a un fin, a una meta.
No puedo decir ¡vamos!, solo puedo animar a los míos a que vayan...Ellos tienen que seguir, necesito que sigan, aunque mientras tanto me tenga que quedar sola, rezagada.
Es como si galoparan a mi alrededor y no les pudiera alcanzar, y les tuviera que pedir que se alejen, que mi ritmo es otro.
En el nido, serena, sola... pero sin tristeza... lo entiendo, ellos son vida, y pronto les alcanzaré... Mientras tanto, dulce espera, ahorrando fuerzas, sola o conociendo gente nueva que lleva el mismo ritmo que yo.
Es curioso, es una soledad necesaria, sanadora...
Sola... regenerándome, encontrando el camino...
Ana
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